Por: DieGO
Mientras Bogotá se ahoga en sus problemas de sobrepoblación, el 90 por ciento del territorio colombiano se olvida en desuso o se convierte impunemente en territorio privado mal aprovechado.
La gran capital colmó sus espacios, medios de transporte, opciones laborales y posibilidades educativas, damnificando dramáticamente la calidad de vida de propios y sobre todo, extraños a la ciudad, inmigrandes llegados con grandes expectativas rara vez satisfechas.
Ya en el corazón de América no se puede construir más, aparte de la gran afectación en la arquitectura capitalina y la erradicación de barrios completos caracterizados por sus casas, en virtud de nuevas torres multifamiliares para albergar a miles de nuevos bogotanos, otro gran ícono capitalino se consume de a poco, los cerros tutelares, los clásicos orientales, los emergentes del sur, y los de Suba.
La pérdida de estos pulmones naturales a causa de la aparición de nuevos sectores residenciales, incómodos, de difícil acceso y sin un orden aparente, genera a su vez daños irreparables en la calidad del aire para todos los capitalinos y limita las posibilidades de todos.
Explotación total
En lugar de buscar agua en el desierto, una idea sería crear una nueva ciudad, quizás de 2 o 3 millones de habitantes en un territorio inédito, donde todo esté por construirse, y todas las personas, independiente de su profesión, conocimientos o capacidades, tengan la oportunidad de aportar, y la garantía de unas condiciones mínimas.
El aprender de los errores de las grandes ciudades en la era moderna le daría grandes posibilidades ingenieros, arquitectos, maestros de la construcción en primer lugar; luego a los genios del campo, pensando en el abastecimiento de alimentos, los profesores y empresarios del turismo se encargarían de crear una cultura propia y medios de comunicación emergentes contarían con el deber de difundirla.
También, economías poco exploradas en el país llegarían como sello propio y aportarían al desarrollo nacional. Y no menos importante, descongestionarían a Bogotá, liberando recursos, espacios, puestos de empleo y oxígeno para respirar.
La gran capital colmó sus espacios, medios de transporte, opciones laborales y posibilidades educativas, damnificando dramáticamente la calidad de vida de propios y sobre todo, extraños a la ciudad, inmigrandes llegados con grandes expectativas rara vez satisfechas.
Ya en el corazón de América no se puede construir más, aparte de la gran afectación en la arquitectura capitalina y la erradicación de barrios completos caracterizados por sus casas, en virtud de nuevas torres multifamiliares para albergar a miles de nuevos bogotanos, otro gran ícono capitalino se consume de a poco, los cerros tutelares, los clásicos orientales, los emergentes del sur, y los de Suba.
La pérdida de estos pulmones naturales a causa de la aparición de nuevos sectores residenciales, incómodos, de difícil acceso y sin un orden aparente, genera a su vez daños irreparables en la calidad del aire para todos los capitalinos y limita las posibilidades de todos.
Explotación total
En lugar de buscar agua en el desierto, una idea sería crear una nueva ciudad, quizás de 2 o 3 millones de habitantes en un territorio inédito, donde todo esté por construirse, y todas las personas, independiente de su profesión, conocimientos o capacidades, tengan la oportunidad de aportar, y la garantía de unas condiciones mínimas.
El aprender de los errores de las grandes ciudades en la era moderna le daría grandes posibilidades ingenieros, arquitectos, maestros de la construcción en primer lugar; luego a los genios del campo, pensando en el abastecimiento de alimentos, los profesores y empresarios del turismo se encargarían de crear una cultura propia y medios de comunicación emergentes contarían con el deber de difundirla.
También, economías poco exploradas en el país llegarían como sello propio y aportarían al desarrollo nacional. Y no menos importante, descongestionarían a Bogotá, liberando recursos, espacios, puestos de empleo y oxígeno para respirar.
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