Por: Rafael Chaparro Madiedo
Tres de la tarde. Cuatro de la tarde. Cinco de
la tarde. Tarde. Sol trip trip trip, vamos o no vamos. Un litro de cerveza para
pasar la tarde, para simular la espuma de los días con la espuma que se escurre
por el vaso, por los dedos, por la mesa, la calle, los labios de las mujeres, por
las paredes, las ventanas y las puertas y las nubes. La cerveza es el olor, ese
olor que se pega a las horas, tres de la tarde, cuatro de la tarde, cinco de la
tarde, tarde, el olor de la tarde trip trip trip vamos o no vamos, qué cosa tan
seria. Cielo azul. Cielo limpio. Cielo. Edificios. Cuerpos que pasan abaleados
por la espuma negra de los días. Cuerpos que se diluyen en un sorbo de luz.
Cuerpos que pasan uno tras otro con su olor a hierba seca, a cigarrillo rubio,
a yegua, a parque lleno de hojas secas. Cuerpos. Cerveza. Cuerpos con pequeñas
lluviecitas diseminadas un poco en las nalgas, un poco en las tetas, un poco en
los pies. Cuerpos que pasan uno tras otro con la tarde, tres de la tarde,
cuatro de la tarde, cinco de la tarde. Nubes, palomas. Mayo. Junio, un semáforo
en amarillo y un plato de arroz y una cerveza vamos o no vamos trip trip trip,
qué cosa tan jodida.
Fragmento del capítulo Una Lógica Pequeña, en Opio en las Nubes, de Rafael Chaparro Madiedo.
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