Odisea burocrática.

Por: DieGO

Es octubre, mes de elecciones, cuando todos los trámites ante entidades estatales se agilizan para facilitar la participación de toda la ciudadanía en los sufragios... por lo menos en teoría.

A las ocho de la mañana comienza mi travesía, me dirijo al edificio de la EPS para una diligencia aparentemente sencilla: Empezar a cotizar como independiente. Allí me piden:
- Una fotocopia de un documento.
- Una declaración extrajuicio (aún no tengo claro lo que significa ésta)
- Una afiliación a fondo de pensiones
- Un certificado de un contador con copia de su tarjeta profesional.
Conclusión inmediata: Era más fácil independizarme que ser oficializarlo.
Aún con sueño y ahora con cierta consternación salgo del norte de la ciudad hacia el centro, debo soportar un trancón como no vivía hacía mucho tiempo. Logré sobrellevarlo con un par de diarios gratuitos que nunca me habían dado aquí - ni me han vuelto a dar - y algo mareado llego sobre las diez de la mañana a mi segundo destino.

Estoy en la Procuraduría General de la Nación solicitando un (¿inútil?) certificado de antecedentes sobre el cual está mejor informado el vigilante que la mujer que me atiende, y quien consulta todo a su arrogante compañero del mostrador contiguo. a él no le sirve ninguno de mis documentos, así que debo ir a la registraduría por un nuevo certificado.

Con la nueva documentación vuelvo a la Procuraduría. Ahora, el personaje al que sólo le valía una cédula, cambia el discurso: "Me tiene que traer una copia de escritura pública", así surge un nuevo destino. Una notaría a más de cincuenta calles de distancia.

En este lugar la diligencia es sencilla, tal vez por que la dama que me atiende casi que me conoce de tanto que me ha visto haciendo papeles dada la misma burocracia de esta entidad, me colabora con la copia que necesito y me dirijo de nuevo al eje burocrático del país.

Finalmente, evitando filas y alardeando del agotamiento obtengo el dichoso certificado que supuestamente se puede pedir por internet, creo que más por la persistencia que por cumplir los incoherentes e inconsistentes requisitos exigidos para adquirirlo.

Tomo un nuevo colectivo y me voy leyendo las noticias sobre la finalización de un interconector vial que alivia el tráfico del sector por donde voy, levanto la mirada y contrasto la realidad con la lectura. Cierro el periódico, lo doblo, pregunto a quién le interesa, se lo paso a un oficinista mayor, dos sillas detrás y en la ventana opuesta. Ahora reviso el otro diario buscando un poco más de veracidad.

Es mediodía cuando con ayuda de una amable viajera ubico el tan publicitado y nunca bien ponderado Supercade de donde, tras hacer una interminable y -como todas- desagradable fila, salgo derrotado por no llevar un recibo de servicio público.

Me dirijo a mi casa entendiendo porqué el trabajo informal y el desempleo son la única alternativa para muchos colombianos.

Ya habiendo almorzado me dirijo con otro ánimo al Súpercade y tras una inevitable -y desagradable, como todas (sí, ya lo dije)- fila tengo mi turno para pedir un registro único tributario RUT y me siento en la respectiva sala de espera, para luego hacer otra fila y recibir el documento de un hombre de bigote bastante amable, quien me despide y me sorprende al decirme que el otro documento que requiero, un RIT, se solicita en otro punto y para ello requiero hacer nuevamente la primera fila y pedir un nuevo turno.


La ágil y amable gestión del vigilante al final de la fila principal agiliza mi adquisición de un nuevo turno y me redirige a los mostradores donde debo solicitar aquel extraño documento. En esta ocasión no hay fila, al parecer nadie lo conoce, nadie lo solicita, así que la solicitud es rápida y salgo campante a culminar una diligencia que comenzó nueve meses atrás.


Cuando hay voluntad, todo es posible


Terminando enero extravié mi móvil de la manera más inédita y desde entonces he permanecido con el de mi hermano ausente, mientras en algunos operadores la reposición de la línea es gratuita e inmediata, en el mío tiene un costo de doce mil pesos y ponen problema hasta para recibirlos.


Quise pagarlos con mi tarjeta de crédito pero me exigían documentos de identidad, los presenté y no les servía ninguno. Un pasaporte sirve en todo el planeta menos en la oficina de la Floresta de Movistar (o voMistar, como se le dice en España por su servicio). Entonces pretendían que hiciera un trámite de seis meses con un costo de 32.800 (el triple del costo de la tarjeta sim) o un retiro que por cuyo costo prácticamente me duplicaría el valor de la tarjeta.


Entonces presenté un derecho de petición cuya respuesta nunca llegó, cuando tuve el tiempo de ir a reclamar la respuesta un par de meses después insistieron en el absurdo de pedirme el mismo documento para el simple hecho de darme una respuesta, y al no tenerlo me entregaron una hoja sin membretes ni cortesía alguna, inútil ante la Superintendencia, impresa del sistema con unos cuantos garabatos indicando la negativa a mi petición. Fue entonces cuando decidí interponer una acción de tutela.


Consulté a un buen abogado y me expidió un certificado de la Registraduría Nacional, el mismo que he usado para los trámites del RIT y el RUT, y con este en la carpeta, me dirijo a la misma oficina para intentar reponer mi línea, y aquí va esta odisea.


Llego y explico la situación a la guapa señorita del mostrador principal y tras recibirme con las negativas del caso, procede de manera diligente a consultar a sus superiores quienes le sugieren verificar toda la documentación que presento y realizar el trámite. En este lapso contemplo a otra cliente de bastante edad quejándose por un cobro de internet realizado a su línea cuando ella ni siquiera sabe abrir el navegador y no le suelta su aparato a nadie, según le explica al dependiente.


Vuelvo la atención a la bonita y me dice "no le puedo expedir la orden, hay un saldo con su documento", saldo inexplicable tratándose de una línea prepago, la cuál ha sido históricamente mi único producto con esta compañía. Ante las quejas por la demora presentadas por la señora detrás mío, la bonita me concede un turno y ahora debo esperar...


De repente siento que más de la mitad de los empleados presentes me han atendido, y mi meditación es interrumpida por mi nombre en voz alta mencionado desde un cubículo hacia el cual me dirijo ahora. 


Siento que empiezo de cero pero es necesario ir de nuevo con toda la historia, y ahí está esta mujer buscando el atípico saldo que dice no encontrar ni entender, lo cual comparto, hasta que da con el chiste: "se activó una sim y no fue cancelada", ante lo cual replico: "No me pueden estar cobrando una sim que no me entregaron, y ustedes no entregan una sim que no haya sido pagada, ¿o sí?". Sin palabras, me pide esperar un momento.


Pasan los minutos, ya cierran el acceso de más clientes, el vigilante sólo abre la puerta para la salida de quiénes ya están siendo atendidos, el sol se ha escondido, el hambre ya apremia, la señora del cobro de internet se va con un reembolso efectivo para su próxima factura lo cual me da cierta esperanza, y la mujer que se ha llevado mis documentos nada que regresa.


Pasan más de 20 minutos, ha empezado a llover en el exterior y apenas se acerca la dependiente con mis documentos y con un dato alentador: "ha aparecido su sim, efectivamente está con nosotros, puede pasar y pagarla", respiré aliviado, sin embargo recuerdo inmediatamente lo que me espera.


La tosca señora de la caja, la cual cobra comisión por decir "no" y recibe pago extra por encontrar problemas y ponérselos a los clientes. Pasando la columna al final de los cubículos son unos tres metros hasta la caja, sin embargo este pasillo blanco se me hace interminable y busco con la mirada alguna salida de emergencia, sabiendo de antemano que no la hay. Y llego, indico con seguridad absoluta lo que quiero, presento los documentos del caso, y en esta ocasión ¡hay éxito!


Sólo me queda retirar mi tarjeta, instalarla y prepararme para el diluvio. Ya es hora pico, hay trancones interminables y documentos por solicitar. Nueve meses sin mi línea, perdiendo buenos puestos de trabajo por la imposibilidad de los empleadores de contactarme a ese número, han terminado.


Sin embargo, la jornada continúa.


Detengo dos taxis, me preguntan a dónde voy, no les sirve y se van. Un tercero me lleva a mi destino, en el noroccidente de la ciudad, zona de grandes recuerdos. Allí me espera en su casa una agente quien me va a colaborar con la afiliación al fondo de pensiones exigida en la primera diligencia del día. Cuando llego a mi destino de turno, mi capa no puede contener la lluvia incesante, no obstante estoy ahí, frente al citófono, expectante.


Margarita Álvarez es la ejecutiva que me atiende, muy amable y diligente procede a colaborarme en una de las diligencias más complejas del día con la explicación respectiva, mientras en otro sector de la ciudad, mi madre está consiguiéndome el último certificado pendiente para, junto a este, poder hacer la afiliación a EPS y así poder obtener un contrato. En unos días debo realizar un pago cercano a los 200mil pesos, que no los tengo, todo esto para poder trabajar


Salgo de allí a casa de un primo, apenas a unas cuadras, en pocas ocasiones he llegado tan mojado, luego mi padre, que está cerca, me recoge y de camino, un helado reconforta todo el esfuerzo realizado, llego a casa a enviar los documentos obtenidos a las personas interesadas, el reloj marca las diez de la noche.


Descanso concluyendo que en este país conseguir un empleo formal es un castigo, sabiendo desde mi conocimiento como máster en dirección de recursos humanos y facultado para temas de contratación y relaciones laborales, que en otros países tales diligencias son menores y realizadas siempre por el empleador, y que en ellos no se paga por trabajar, sino que se facilita el trabajo y de él se deducen los gastos de seguridad social y los trámites a que haya lugar, siendo estos siempre posteriores, de forma que en Colombia, en este país inviable todo avanza al revés. 


Así termina un día normal en una ciudad anormal.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Toda opinión es bienvenida

Entradas populares