Cuando la casa se desordena

Por: DieGO

Hay dos formas internacionales de realizar entrevistas en un evento deportivo: una rueda de prensa en la cual todos los periodistas pueden preguntar cómodamente sentados y asímismo los entrevistados responden, una zona mixta por la cual se alinean los deportistas y los reporteros pudiendo tener charlas personalizadas; existe una tercera manera: la colombianada, cuya descripción técnica es "todos encima de la fuente", una veintena de grabadoras y micrófonos asfixiando a un técnico y una docena de cámaras abriéndose paso, algunos decentes, otros a punta de madrazos a los hombres de radio, o de codazos y malos tratos a las jóvenes comunicadoras. Y es apenas la prensa capitalina.
Pinta de estragos de cara a un campeonato mundial de fútbol donde serán no menos de 24 países ampliamente representados por sus medios de comunicación, quienes viajarán y harán un esfuerzo considerable con el fin de llevar la información a todos sus ciudadanos.

Hoy cubrí un Millonarios vs Equidad en el estadio El Campín de Bogotá, justamente donde será la final del mundial en menos de tres meses. Tras tres horas de espera en la parte exterior del escenario, como resultado de la ineptitud de un jefe de prensa sumado a una descordinación, esperaba poder trabajar con las facilidades y garantías merecidas, y hay que reconocerlo, habituales. En eso se quedó, en esperanzas.

Mi compañero Andrés C. S. fue impactado por un rollo de papel tirado desde la tribuna alta del sector sur, mientras intentaba comunicar la nómina tras la reja en la cual nos acorraló la gente de logística, a merced de una barra brava enemiga de la prensa, por tradición. Él quedó mareado, sin embargo, más allá del raspón de grotesca apariencia y posterior hinchazón, a la altura de su sien izquierda, no sufrió lesiones graves.

Al final del partido no fue diferente, una veintena de reporteros aglomerados en el sector más peligroso del estadio, lejos de la zona de prensa y de los camerinos, mientras algunos integrantes de la empresa 911 forcejeaban al otro lado de las rejas, ajenos al riesgo. Dos metros más atrás, el jefe de prensa - sí, el mismo de la ineptitud del tercer párrafo - concentrado en su celular inteligente, indiferente a las bolsas con orines, los insultos y demás cosas que nos caían desde la tribuna.

Todos se lavan las manos. Carentes de sentido común y de solidaridad, los jóvenes de chaquetas naranja se escudan en recibir órdenes de la División Mayor del Fútbol colombiano (Dimayor), un fotógrafo lo confirma: "vino el comisario y dijo: déjenlos ahí veinte minutos, y se fue". Sin embargo, la logística es contratada por el equipo local y los protocolos de prensa, coordinados por su jefe de prensa; dichos protocolos cambiaron con la llegada del nuevo hombre al mando - correcto, el del celular inteligente - quien hace caso omiso a las críticas.

Sobre el altercado entre la prensa y la logística terminado el encuentro, el más cordial de los muchachos de logística explica "los periodistas son muy groseros (...) intentaron entrar por la fuerza", lo cual es entendible ante la inoperancia de quienes tenían la potestad de hacer algo, la insensatez de los operarios de las puertas y el riesgo latente que corría al permanecer acorralados entre los hinchas y sus objetos voladores. 

Tenemos la casa en desorden y se viene una visita importante. Ojalá mañana, ¡sin rejas! el panorama sea más alentador.

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