Pereira: Adrenalina pura

Por: DieGO

Miércoles tres de marzo.*

LA MAÑANA

¡Cójanlo! ¡Cójanlo! Gritaba airadamente una veintena de miembros de la barra brava del Deportivo Pereira, quienes promediaban los 14 años, mientras atravesaban la avenida con no muy buenas intenciones. Él, quien andaba tranquilamente una decena de pasos delante nuestro, inmediatamente dio vuelta, se cruzó con nosotros y siguió raudo a refugiarse en una tienda de grandes superficies; su compañero de camino hizo lo propio.

A la llegada
Los perseguidores, mejor conocidos como lobos pasaron junto a nosotros dos, sin vernos, enceguecidos tras su potencial víctima. "Lo reconocieron por la sudadera", me susurró ella, casi llorando, evitando mirar atrás. Aunque cumplía la prohibición del uso de camisetas de su equipos en toda la ciudad, incluso de sus colores, él era perseguido y ella temía por su vida.

"A él lo reconocen, incluso ha salido en prensa, y por la pinta saben que es barrista", afirmaba ella, sosteniendo un helado cuyo temblor denunciaba su preocupación. Observé con disimulo, todos ingresaron al almacén de origen francés, cualquier cosa era posible. Faltan cinco horas para el partido de fútbol entre el local Deportivo Pereira y América de Cali y el estadio está al otro lado de la ciudad. Ese era el clima.

LA NOCHE

"Por ahí no nos metamos esa es la zona de los lobos, es mejor que demos toda la vuelta al estadio", fue la recomendación. Tras las exhaustivas requisas, decomiso de camisetas rojas, ingresamos a una única tribuna, a más de tres metros sobre la planta baja y sin protección alguna, en caso de hacinamiento o avalancha, los más próximos arriesgarían su vida.

Al ser pocos, la policía corrió las barandas de seguridad, dejando ese sector de la tribuna nor-occidental y a sus ocupantes sin un vomitorio, aumentando de modo exponencial los riesgos en caso de alguna emergencia. 

En el Hernán Ramírez Villegas, el partido lo domina el visitante, tiene todas las opciones pero el balón resulta fuera.

El lugar de la persecución
Durante el intermedio, quien lidera la barra en uno de los municipios próximos a Pereira me explica la función social que cumple manejando la barra: "evitamos que los jóvenes empiecen a delinquir, los invitamos a ayudar a la sociedad y a realizar eventos para darse a conocer y financiarse sin incomodar ni dañar a nadie, lo cual es difícil  de entender por la imagen que tiene el barrismo en el país".

Prefiere mantenerse en la clandestinidad por razones de seguridad: "nunca es bueno que sepan que lideras una barra, hay quienes por serlo quieren atacarte, es mejor que nadie se entere", explica.

Una lluvia de piedras, latas y botellas nos interrumpe, proviene del exterior del estadio, algunos lobos han salido del estadio junto a otros que no han entrado, para agredir a los hinchas visitantes. Me tiran del brazo y me llevan hasta la malla que nos separa de la tribuna, cerrada por obras, donde permanecemos hasta cuando una persecución por parte de las autoridades y gente de la barra visitante, logra que escampe.

Faltan 5 minutos para el final, aunque el visitante pierde uno a cero, tiene el balón y las oportunidades. La policía nos quiere evacuar, ante el cerramiento del vomitorio, la solución es un cordón policial de tres uniformados, armado entre cientos de lobos que no gritan nada amable y sí arrojan lo que pueden, mientras la gente desea terminar de ver el partido cuya boleta pagaron completa. A la solicitud respetuosa de permitirnos permanecer hasta el pitazo final, el comandante responde con un bolillazo. Decidí no dialogar más. 

LA MAÑANA

Va más allá del fútbol, él, a quien conocen por el nombre de un personaje de una famosa serie de televisión, no lleva la camiseta de su equipo, ni un escudo o insignia en parte alguna, ni siquiera el color, sin embargo, alguna razón hay.

"Tengo que llamarlo", dice ella pálida, logro tranquilizarla un poco y aconsejarle evitarlo. Si están escondidos el sonido de un celular podría delatarles. Termino mi helado.

Cuando ella no aguanta más y está a punto de llamar frente al almacén, suena su teléfono, es él. Siguiendo sus instrucciones, diez minutos después nos encontramos en un CAI. Están ilesos: "Le avisamos al vigilante, pidió refuerzos y nos atrincheramos", mencionó sin más detalles.

Nuevamente emparejados, nos dirigimos a la casa de Mario donde nos recibió un perro de cuerpo pequeño pero con ladridos de gigante, allí pernoctaríamos ella y yo.

LA NOCHE

Tomamos un taxi en una rotonda próxima al estadio, ella tomó mi mano. Junto a nosotros, un pequeño de la barra, de expresión tímida y cabello ensortijado veía por la ventanilla. En la radio, un eufórico narrador celebraba la victoria aún no consumada del Deportivo Pereira, ese mismo mes llegaría la última y un año después lleva 30 partidos sin ganar.

"¿Vienen del estadio?" preguntó el conductor mientras bajaba el volumen. "Sí" respondió ella escuetamente. - "¿Son del América?", dijo observándonos por el retrovisor. Alcancé a pronunciar la "ese" cuando sentí un apretón de manos. "¡no! no somos de ningún equipo, simplemente fuimos a ver el partido", afirmó ella sorpresivamente. El pequeño no se inmutaba. Ahí terminó el diálogo.

Mario llegaría más tarde pues iba en el bus de la barra, sin embargo, su hermano nos recibió en casa, el perro había estropeado un bolsillo de mi maleta, dos veces más grande que él.

"¿Viste el frenazo que pegó el tipo cuando nos preguntó si éramos de América?", me preguntó ella sobre el taxista, al responderle negativamente me comentó: "Seguro era del Pereira, quién sabe qué nos habría hecho", lo cual explicaba el apretón y nos distraía mientras Mario llegaba.

Y llegó, mas no sólo, el personaje de caricatura a quien esperábamos, y otros cinco entre hombres y mujeres entraron con él. No nos habíamos visto nunca hasta ese día, no obstante, no ha vacilado en llenarme de ofrecimientos: Gaseosa, bebidas alcohólicas, incluso una cena (deliciosa, por cierto) además de una habitación para dormir con ella y prepararme para el aro general de transportes que continúa en Bogotá.

La amabilidad y la generosidad mostrada fueron para mí una muestra clara del lado humano que los medios y la sociedad desconocen de estos jóvenes. Un valor que esta misma sociedad ha perdido paulatinamente y tanta falta nos hace: la solidaridad incondicional.

*Los nombres en este artículo pueden haber sido modificados para proteger la identidad de los participantes.

4 comentarios:

  1. excelente!!!!
    una nota que resume todas las emociones y momentos vividos en pereira.
    espero quieras volver para que conozcas muchas facetas mas de esta bonita ciudad. =)

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  2. tranquilo que yo no te molestare. espero te encuentres bien cuidate mucho =). y pereira te espera

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  3. mmmmmm , entiendo
    soy la unica que sabe lo que espera.

    todas las publicaciones están interesantes =)

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  4. 6 de agosto?? no entendí pero bueno

    tu odio y rencor no me interesan

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